Mejorar la flexibilidad, calidad y equidad de la educación media superior en México
10 Apr 2017
Desafío Los subsistemas que conforman la estructura de la educación media superior en México funcionaban de manera independiente y sin políticas nacionales claramente definidas. También faltaban mecanismos de control de calidad adecuados para garantizar la relevancia de la educación impartida y evitar transferencias excesivas, ineficaces o inapropiadas de estudiantes entre subsistemas. Esta falta de eficacia ayuda a explicar la elevada y persistente tasa de abandono (apenas se graduaba alrededor del 60 por ciento de los alumnos inscriptos en la EMS) y el bajo nivel de rendimiento y aprendizaje de estudiantes mexicanos. En 2008 apenas el 15,6 por ciento de los alumnos de 12.o grado obtuvo una nota considerada buena o excelente en la parte de matemáticas de la prueba estandarizada basada en el censo (ENLACE). La educación media superior se erigía así en uno de los principales cuellos de botella del sistema educativo: pocos estudiantes se estaban graduando, resultando en una falta de trabajadores capacitados. Preparar a la fuerza laboral mexicana para la economía del conocimiento demandaba un sistema educativo diferente —uno que hiciera hincapié en nuevas habilidades y capacidades analíticas y que respondiese a la demanda del sector productivo—. Enfoque Entre 2010 y 2016, con la serie de Préstamos Programáticos para Políticas de Desarrollo para la Educación Media Superior, el Banco Mundial brindó apoyo presupuestario general para el respaldo de reformas, creando la base institucional para el Sistema Nacional de Bachillerato (SNB). Esta serie de préstamos para políticas de desarrollo (DPL, por sus siglas en inglés) apoyó varias políticas clave tendientes a mejorar la calidad, pertinencia y equidad de la educación media superior en México, mientras que la participación del Banco en las reformas se tornó esencial a la hora de garantizar la continuidad de las políticas tras el cambio de administración y partido gobernante en diciembre de 2012. Además, la colaboración técnica entre el Banco y el gobierno ayudó a propiciar reformas basadas en evidencia y mejores prácticas internacionales. Por ejemplo, una evaluación de impacto proporcionó información útil para mejorar la focalización de las becas en los pobres. Asimismo, la asistencia técnica “justo a tiempo” ayudó a superar algunos de los obstáculos enfrentados durante la implementación de la reforma; por ejemplo, las recomendaciones de los talleres sobre mejores prácticas internacionales de enseñanza derivaron en mejoras cruciales en el diseño del Programa de Formación Docente introducido con la reforma.
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